Ni The Hunger Games ni The Purge. Distopía en "Quince Millones de Méritos"
¿Qué es una distopía? Es una sociedad ficticia que no es deseable por sí misma. Una distopía es el mundo que pinta la película de Disney Wall-E, o películas como Equilibrium. Los más grandes ejemplos a la hora de hablar de distopías los tomamos de el libro Mundo Feliz o 1984, dos obras que, así no hayamos leído, seguramente sabemos de qué van. En Mundo Feliz la gente acepta la opresión y la normaliza, volviendose "zombies" felices. En 1984 se llevaría a cabo una sociedad donde todo se vigilaría creando una ambientación de represión política y social (The Hunger Games está muy apegado a esta idea)
La idea de distopia no es algo nuevo pero podemos decir que
con obras como “Los juegos del hambre” o “Divergente”, está de moda ahora.
Como si se tratase de una manera de buscar llamar la atención de los jóvenes
con mundos imposibles que, con un toque de realidad o basados en acciones que
hacen que sintamos que pertenecemos o podemos pertenecer a ellas de alguna
forma, buscan golpear directamente en la empatía del espectador.
No por nada una película como La Purga tuvo tanto éxito a
pesar de ser notoriamente imposible la aplicación de tal medida en el mundo
actual. Nosotros tenemos la manía de buscar pensar que siempre estamos peor de
lo que en realidad estamos y tiene sentido. Uno ve en las noticias los
terribles casos de inseguridad los cuales, muchas veces, se sienten
cercanos. Acá en Argentina y en Chile tuve la oportunidad de ver casos de linchamientos donde entre doce o trece personas se golpeaba brutalmente a un ladrón. Uno ve como lentamente la tecnología se va apoderando de nuestro
entorno haciendo que las reuniones con amigos sean algo casi imposible. Créanme,
recuerdo una vez que fui a Mar del Plata a ver amigos de allá y dos de ellos se
la pasaban con la cabeza metida en el celular o la computadora. Ese tipo de
cosas que te llevan a pensar ¿Para qué vine si al final, habría sido lo mismo que estar en Skype? ¿Para qué estoy acá si es notorio que prefieren chatear
a hablar? La edad y la forma de ser de cada uno marca una tendencia también. El
dialogo se ha ido perdiendo o bien, es la idea que tenemos y eso, junto con un
montón de cosas más, da lugar a que el ser humano piense en la distopía como
posibilidad. Vivimos como zombies y estallamos en furia con facilidad.
En La Purga nos planteaban una escena bastante sencilla con la
cual muchos de nosotros hemos soñado alguna vez: Una vez al año las leyes
desaparecen y eres libre de hacer lo que quieras. Matar, violar, robar,
mutilar. Nadie cobrará justicia por tus acciones y de esa forma, toda la bronca
acumulada en nuestro interior, explota dándonos 364 días de calma hasta la
próxima “Purga”. ¿Quién no ha sentido deseos de ir a una villa miseria donde
sabes que se trafica drogas, quizás personas, entrar con un tanque de guerra y
lanzar bala tras bala al mejor estilo Rambo? La sombra del ser humano que nos
susurra constantemente que estamos peor que antes; que este mundo merece
nuestra justicia y que nuestra vida vale más que la de una persona que vive en
una villa es el lobo negro que pelea con aquel lobo blanco que nos dice que nos
tomemos un respiro y que las cosas no están tan mal.
La Purga como película tenía una buena idea distópica. La
primera vez que la vi, la amé porque, hablando con realidad, estaba enojada. La
idea de poder salir a golpear algo sin recibir una reprimenda se me hacía
tentadora como el círculo del infierno de los iracundos. La segunda vez que la
vi, noté cada una de sus falencias y quizás, me quedo corta a la hora de enumerarlas.
La distopía está; existe, pero la película casi no habla de ella. De repente se
vuelve una historia de una familia que debe sobrevivir a un grupo de villanos
enmascarados carentes de emociones. La idea del mundo lleno de ira se pierde en
la cortina de humo de la caza entre el gato y el ratón. En La Purga, la distopía es un papel secundario mientras que lo que sale a avasallar la atención son los personajes estereotipícos.

En "Los juegos del hambre" había más de donde agarrarse (dado que estaba basado en una saga de libros y cuenta con cuatro películas en su haber).
Tristemente, la primer película se nota
que es para un público joven y la
carencia de escenas fuertes hacen que uno no pueda sentir del todo la ambientación aprehensiva que exige el universo. Con las otras dos, la cosa cambia pero,
lentamente, se vuelve una película de acción de por medio y de romance que va y
viene. No es mala, al contrario. Es una película que en su momento, me inspiró
a escribir muchas cosas. Sin embargo, nuevamente, la distopía no está latente en ese universo. Su protagonista es Katniss...Es Alicia en su país de las maravillas propio.
Pero hoy vi algo que, sin tantas explosiones y escenas de
matanza, sin tanta acción y triángulo amoroso, logró dejarme más pensativa que
todo lo anterior. Hoy vi lo que era la distopía como protagonista y reina de su mundo. Hoy vi algo capaz de dejarme pegada unos instantes a la idea porque, justamente, eso es lo que logra la buena distopía.
Black Mirror es una serie de la cual hablaré bastante en algunas entradas. Con episodios auto concluyentes, tranquilamente puedo analizar un
episodio por entrada y tener temas diferentes de los cuales hablar. No es la
serie que te deja con ánimos de ver el próximo capítulo porque su bofetada es
tal que deberás pasar tu buen rato para esperar a que cicatrice y así,
atreverte a recibir la próxima bofetada. Cada temporada tiene tres episodios y
son excelentes. Black Mirror logró, en su segundo episodio, mostrarme una
distopía mucho más asfixiante y deprimente que los Juegos del Hambre en cuatro
películas. En sus cincuenta minutos, me dejó pensando más de lo que me dejaría
pensando la premisa de La Purga.
No he leído Mundo Feliz de Aldous Huxley porque casualmente,
le regalé a mi novio El héroe de las mil máscaras y debo leerlo antes de que él
se vaya, además de estar leyendo Apocalipsis de Stephen King, prestado por un
amigo. Tengo Mundo Feliz en mi mesa de noche porque sé que ha inspirado la
mayor parte de las distopías que existen ahora en el cine y que la premisa que
ocupa solo puede ser digna de un visionario. Según mi novio, Black Mirror tomó
ideas de Mundo Feliz con esa estimulación constante que hace que uno sienta
realmente que se ahoga en información que no necesita ni quiere ver. La frase “comprar
cosas que no necesitas para llamar la atención de gente a la que no le importas”
da un salto en este episodio titulado “Quince Millones de Méritos” cuando, tu
única forma de obtener algo es por medio de “monedas virtuales” que te permiten
comprar basura virtual. La escena del ratón encerrado en una jaula con la rueda
mientras corre hacia una pintura abierta que le da la ilusión de correr por el
bosque libre calza perfectamente en este episodio. Y finalmente, la sensación
de que te permiten ser tan libre como un juego de Telltales donde te dan varias
respuestas y sin importar tus acciones, el final siempre será el mismo; donde sin importar si matas o no al personaje porque su destino era la muerte y salvarle es imposible.
Black Mirror, con lo poco que he visto, logró hacerme pensar
más que las grandes producciones de Hollywood y siendo una serie que solo
podría ser disfrutada por personas que estén dispuestas a quedarse un rato
pensando después de los créditos, es normal que no tenga tanta popularidad como
Sense8 o Juego de Tronos.
Posiblemente haga un pequeño análisis de cada episodio
mientras lo vaya viendo porque, a pesar de haber visto el primer capítulo hace
un mes, lo recuerdo perfectamente y he pensado las formas de encararlo sin
venderles todo incluido spoilers.
Si les gustan las series inteligentes, dedíquenle el tiempo
a Black Mirror. Al final, notarán que no nos muestra más que el reflejo de
nuestra sociedad; de quienes somos y quienes conocemos. Habrá algún personaje
que terminará haciéndonos recordar a una persona con la que hemos hablado
alguna vez e, inevitablemente, logrará que sintamos empatía con alguno de los
personajes. De hecho, es casi imposible no ponerse en los zapatos de aquel
pobre ser que corre en esa rueda eterna, buscando escapar de la realidad irreal
que le rodea. Es inevitable sentir que esa habitación pequeña parece más la de un
loco que la de un ser humano…Y es inevitable que sintamos pena por él y
odio por la realidad que le toca vivir.
¿Qué les puedo decir? Los dos episodios que vi me movieron
más que películas y sagas completas donde todo es bellísimo, los actores
carísimos y las historias rellenas de más historias. Simple y tajante, como una
cuchillada que atraviesa la coraza y llega donde tiene que llegar para dar el
mensaje que tiene que dar.
Dudo que Black Mirror sea una serie para cualquiera porque,
justamente, no cualquiera se sienta ante una pantalla esperando que se le
muestre un reflejo lacerante, una ilusión deforme, de aquello que somos, después
de todo.
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